dimecres, de maig 16, 2007

MÁS EDUCACIÓN EN EL MUNDO = MÁS DEMOCRACIA

Como miembro de la delegación española de la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa he tenido la suerte de poder viajar a distintos países en misión de observadora internacional de las elecciones celebradas en los mismos. Seis han sido los viajes que he hecho hasta el momento, tres a Ucrania (31 de octubre, 21 de noviembre y 26 de diciembre de 2004), Moldavia (6 de marzo de 2005), Serbia (21 de enero de 2007) y en esta última ocasión a Armenia para cubrir sus elecciones legislativas de este sábado 12 de mayo. Es sumamente interesante asistir a estas citas electorales en países con democracias incipientes, no sólo por la aproximación a nuevos sistemas y procedimientos legislativos, sino sobre todo, porque te permite conocer de primera mano cómo la sociedad vive, se enfrenta y percibe este proceso de su propio país. Allí encuentras ilusión y esperanza pero también escepticismo o resignación. Todo ello en el mejor de los casos, puesto que otra posible reacción, dependiendo de la situación de la gente, es la de pasar por las elecciones como un trámite estéril que no va a aportar nada al país ni a sus vidas, considerando además al proceso democrático un proceso ajeno a ellos. Cuando la primera necesidad es comer y subsistir, y el analfabetismo se mantiene en cuotas inadmisibles contar votos se percibe como algo estéril.

Supongo que no es necesario decir lo positivo de estas misiones y de la presencia de la comunidad internacional, ya que el sentirse arropados por países que no dejan de admirar ayuda indudablemente a su ánimo y a sus esfuerzos para que todo salga bien. Así pues, en ningún caso pongo en duda la boindad y la conveniencia de mantener la presencia en procesos electorales.
Sin embargo, esta misma comunidad internacional no puede perder de vista algunos elementos básicos, fundamentales para que su acción tenga sentido y alcance sus objetivos:

1. La participación en procesos electorales nunca puede conllevar una manipulación o un prejuicio sobre lo que interesa o no. Un exceso de paternalismo o, peor aún, una interpretación de lo que “convendría” más a determinados intereses desvirtúa de plano la participación en un proceso que se pretende de ayuda a la democracia.

2. La auténtica democratización de una sociedad (porque eso es lo que debe ser democrático, no el país en abstracto) pasa por la educación, la educación y la educación (como diría el presidente Blair o el president Maragall) cosa que llevará asociada la mejora de la economía, el vigor de la sociedad civil y el aumento de la libertad y de la igualdad reales entre los ciudadanos. No parece positivo que un porcentaje elevadísimo de la población necesite ayuda para ejercer su derecho al voto en la medida en que no puede leer la papeleta. El secreto del voto se desvirtúa.

3. Parece absurdo establecer parámetros para juzgar su democratización que yo llamaría de segunda generación. Me explico: ¿tiene sentido exigirles o resaltar en los formularios de evaluación cuántas mujeres participan en las mesas electorales? La igualdad entre hombre-mujer es una conquista que está en construcción en la mayoría de los países llamados occidentales ¿debemos pedir ya que aquellos que empiezan su andadura lo cumplan? No me parece lógico, ni justo, ni coherente, ni racional. Es empezar la casa por el tejado.

4. Desde el punto de vista formal, los sistemas electorales pensados y establecidos para estos países merecerían una reflexión más a fondo. Sólo quiero aquí poner de manifiesto que en ocasiones regulan un proceso excesivamente burocratizado, de una inflexibilidad y rigidez ciertamente asombrosas. Pondré algunos ejemplos que a los diseñadores de estos procedimientos deberían hacerles pensar:

· Tener que sellar un sobre (paradójicamente sin necesidad de cerrarlo) antes de introducirlo en la urna, siendo inválido en el recuento si no lleva el sello.

· Fijar que el partido votado debe ser marcado con un “stick”, considerando cualquier otra marca no válida (por ejemplo, una cruz, que sería lo más natural). Ello provoca que cada papeleta sea examinada pormenorizadamente por todos los miembros de la Comisión (que en esta última elección oscilaban entre 6 y 9) y que cualquier rayita que indique un desvío del “stick” reglamentario anule el voto.

· No permitir propaganda electoral en los alrededores de los colegios electorales (está claro que nosotros no retiramos las campañas antes del día de la votación)

· Hacer contarlo todo: los sobres no usados, las papeletas no usadas, los márgenes que han quedado de las papeletas usadas, los votantes… de manera que si hay un sobre de más o de menos de los no usados hay que volver a empezar el recuento para que todos los números cuadren.

Sirva esta voz crítica para mejorar los desajustes en estas misiones y desear, al mismo tiempo, que ayuden a la democratización de un gran número de países donde viven ciudadanos deseosos de salir de su marjal. Ayudémosles ante todo a que adquieran la capacidad para que sean ellos mismos los que construyan su mundo. Sin que los ciudadanos crean de verdad en un sistema democrático será difícil la transformación esperada.

2 comentaris:

Eduard Batlle ha dit...

Sin duda: mejor ayudarlos que no dedicarse a explotarlos como ha pasado en tantas ocasiones, sobretodo, con los exportadores de materias como el petróleo.

Àlex Sáez ha dit...

ja et tinc linkada... i tu no! petó des de Girona de campanya!

Àlex.