divendres, de juliol 01, 2005

CURSO JAIME VERA: “La Unión Europea como marco de Seguridad y Cooperación: una nueva visión de Europa”

Muchas gracias y buenos días. Os admiro profundamente por la paciencia que estáis teniendo, y manteneros aquí un sábado de julio caluroso. No sé si seré capaz de añadir algo a las intervenciones que me han precedido, pero intentaré dejar encima de la mesa algunos cabos adicionales.
Quiero empezar conectando precisamente con la última reflexión que hacía Carlos Carnero y que va más allá del ámbito mediterráneo, la tensión que existe entre las sociedades abiertas, es decir, la democracia y los valores asociados a ésta, la libertad, la justicia social, la igualdad, la solidaridad, etc., con los viejos y los nuevos fundamentalismos, o totalitarismos, o integrismos. Este es el mayor reto que tenemos, diría, que el gran reto del siglo XXI.
Las sociedades abiertas, como primer elemento, se alimentan de una estructura de reflexión y de análisis que trata de evitar mayoritariamente los excesos de sentimentalización de la vida pública, y esto muchas veces es una vía compleja para llegar a la gente. Lo vemos en el ámbito de la Unión Europea. La Unión Europea ha sido una construcción que se ha hecho muchas veces al margen de la ciudadanía, se ha hecho de manera eficaz, ha sido beneficiosa desde todos los puntos de vista, pero la ciudadanía no se ha sentido arrastrada por esta construcción, lo hemos visto, sin ir más lejos, con los noes de Francia y Holanda. Nos aproximamos a estos valores por tanto, a estos valores de igualdad, de justicia, de libertad…, siempre desde un punto de vista racional, pero la emoción también tiene que estar presente.
La emoción tiene que estimular la construcción definitiva de la ciudadanía europea en base a una ética deliberativa que se abra públicamente a los sentimientos de los que comparten con nosotros este espacio de libertad y de justicia que configura Europa. Los valores occidentales por tanto, estos valores que defendemos, y el sistema democrático, necesitan urgentemente la voluntad de compromiso y de participación capaces de hacer vibrar a la ciudadanía y capaces de provocar la voluntad de defensa de los mismos. En este sentido, la recuperación de estos valores puede ser un revulsivo para arrastrar a esta Europa, que parece que está cada vez menos implicada en la vida pública, arrastrar a esta Europa a dar una mano a la zona mediterránea de la que estamos hablando. Seguramente tenemos la sensación de que este orden ilustrado y de bienestar está consolidado y es invulnerable, y eso es un peligro; no creo ni mucho menos que sea invulnerable, y no sólo lo digo por los atentados puntuales que pueda haber, o cada vez menos puntuales, desgraciadamente, pero no puedo evitar pensar en la sensación que se desprende del libro de Stefan Zweig, “El mundo de ayer”, cuando él explica: vivo en un orden burgués donde todo está perfectamente programado, donde hay una seguridad absoluta y por tanto tengo la sensación de que no corro ningún peligro. De repente, todo eso se desmoronó. No digo que estemos en la misma coyuntura, ni en la misma situación. Evidentemente los momentos históricos son distintos, y las amenazas también son distintas, pero sí que nos lleva a pensar: incluso aquello que parece más sólido necesita cuidado, necesita esfuerzo, necesita compromiso ciudadano porque si no se puede venir abajo. En este sentido la Unión Europea, como símbolo de este orden de valores, ha sufrido un golpe duro, no estamos en los mejores de los momentos, con los noes a la Constitución Europea, pero también con la crisis que se abre con la ampliación, con la discusión de que si Turquía se tiene que incorporar o no, la crisis socioeconómica que pueden sufrir países tan fuertes y que han sido motor tradicional de Europa como puede ser Alemania y Francia… Pero aun estando en un momento complejo y delicado no por ello debemos abandonar la lucha por lo que hemos creído y por lo que hemos estado trabajando tantos años en esta construcción de la Unión Europea, y también en la relación que necesitamos precisamente todos los países que se asoman al Mediterráneo, al Mare Nostrum. Yo creo que este es un hándicap que tiene la Unión Europea, que tiene Europa en general, con ella misma. En estos momentos, por tanto, habrá que afrontar una reflexión interna.
Por otro lado, como segundo elemento, están los fundamentalismos a los que me refería al inicio. Éstos son más viscerales, y por tanto muchas veces nos damos cuenta que arrastran más, es decir, enaltecen más a las masas y utilizan directamente la sentimentalización, dejan la racionalidad de lado y es éste el gran peligro al que nos asomamos.
Tenemos que hacer comprender a los europeos, y a nosotros mismos, que el statu quo en el que vivimos, el hecho de reconocernos como ciudadanos con los derechos y deberes que tenemos es una fuente de esperanza para toda la humanidad. Europa tiene que ser referente ejemplar. Convendría configurarla como una patria de la ciudadanía que ponga en positivo la vivencia cotidiana escrupulosa de la libertad, la tolerancia, la solidaridad o la pluralidad cultural. De hecho, ésta es la gran encrucijada con la que se enfrenta Europa: reafirmarse como un proyecto en expansión permanentemente entorno a una razón que aspira a convertirse en vida a través de los ciudadanos; no sólo los ciudadanos que pertenecemos a Europa, sino también aquéllos que viven fuera de Europa.
En definitiva, tenemos un doble reto: por un lado, el fortalecimiento interno, reinterpretarnos, de alguna manera, dentro de Europa, y afirmar, por tanto, nuestro ser más profundo, estos valores de los que hablaba, intentando que éstos se puedan transmitir con una cierta fuerza a la ciudadanía. Por otro lado, como segundo gran reto, hacemos referencia a la necesidad de combatir los nuevos integrismos que pretenden acabar con esta idiosincrasia, con estos valores, con nuestra forma de vida, para evitar hacerlo extensible a los ciudadanos que aún no disfrutan de esto, que es precisamente parte del sur del Mediterráneo. Es decir, extender la paz y la seguridad con la fuerza de los derechos humanos, con la fuerza de la democracia, de los hombres sometidos a las leyes, de la igualdad, y especialmente de la igualdad entre hombres y mujeres.
El Mediterráneo, lo apuntaba Raimon Obiols, es un poco el paradigma de todo esto. Es el espacio físico-geográfico donde más claramente se plantea esta tensión, donde hay un cruce de complejidades y de civilizaciones, y ahora tenemos una buena oportunidad para recuperar el espíritu de la Grecia clásica, un espíritu renovado, donde espacio y tiempo han desaparecido. Evidentemente las distancias de ahora no son las mismas que las distancias de entonces; ahora no hay distancia entre la costa mediterránea española o Alejandría, o entre Palermo y Latakia, y por tanto estamos condenados a vivir juntos, y esto requiere una ciudadanía común, la ciudadanía euromediterránea que apuntaba Carlos Carnero, y que creo que es efectivamente el futuro por el que debemos apostar, y me temo que el que irremediablemente va a ser aunque no apostemos por él.
También el Mediterráneo es donde convive la diferencia más radical entre ricos y pobres. Efectivamente nuestras fronteras ya prácticamente no existen, y es donde confluyen países de extrema pobreza y donde confluimos países en pleno desarrollo. Por último, en el Mediterráneo también se produce la mayor tensión de éxodos masivos, seguramente producto de los problemas de renta y desigualdad. La circulación de personas va a ser, de hecho está siendo, inevitable, por eso España ha apoyado la Declaración del Milenio en materia de desarrollo, de erradicación de la pobreza y de preservación del medioambiente. La pobreza es la causa principal de los movimientos migratorios incontrolados y por eso no podemos evitar que los que sufren intenten huir de la miseria. Algunos dicen que a lo mejor también el terrorismo islámico tiene su origen en esta pobreza, o en esta miseria, o en la marginalidad; puede ser que en parte sí, aunque no estoy tan segura. Si nos fijamos de dónde surgen estos movimientos de terrorismo islámico, quiénes son los protagonistas, vemos que no son precisamente la gente marginal; es gente que ha viajado y estudiado fuera de su país, es gente preparada, es gente que tiene una posición económica fuerte, es gente que ha vivido en y el mundo occidental, y por tanto, seguramente, la articulación del terrorismo no es tanto para luchar contra la riqueza de unos y conseguir ese bienestar, sino para combatir nuestro sistema de valores. Eso, indudablemente, haría del problema algo más complicado.
Por tanto, estos ejes que planteábamos en el Mediterráneo, y que efectivamente pueden parecer el choque de civilizaciones: ricos y pobres, éxodos masivos de inmigración, civilizaciones distintas, culturas distintas… debemos trabajarlos para que sea todo lo contrario y llegar a la alianza de civilizaciones. Como dijo el Presidente Zapatero: “Cayó un muro, debemos evitar ahora que el odio y la incomprensión levanten otro”. Creo sinceramente que el diálogo tiene que materializarse, este diálogo de civilizaciones, tiene que materializarse, principalmente en el mar Mediterráneo que es donde se da con más vehemencia la mezcla de culturas, y por tanto me parece que es el lugar idóneo para empezar a aplicar esta estrategia, esta idea de alianza de civilizaciones. Parafraseando a Hannah Arendt, yo diría que tenemos la oportunidad de vivir en el Mediterráneo bajo una solidaridad común. La alternativa a la solidaridad común es caer en una solidaridad de mutua destrucción, y esto evidentemente es lo que tenemos que evitar, y que espero que seamos capaces de evitar. En palabras del Presidente del Gobierno, la alianza de civilizaciones tiene como objetivo fundamental profundizar en la relación política, cultural, educativa, entre lo que representa el llamado mundo occidental y el ámbito de países árabes y musulmanes.
Esa definición nos conecta directamente con la columna vertebral del Proceso de Barcelona y los tres ejes principales marcados en 1995 y sobre los que tampoco me voy a referir, porque ya han salido reiteradamente: el ámbito político y de seguridad, el ámbito económico y financiero, y el ámbito social, cultural y humano, que creo es el núcleo medular donde hace falta avanzar con más fuerza. Estos fueron los objetivos que nos fijamos en 1995, y tampoco es necesario reincidir demasiado en el balance. Está claro, a mi modo de ver, que las expectativas creadas no se corresponden con los avances conseguidos en los objetivos. No es que quiera ser pesimista; el Proceso de Barcelona fue un elemento importante, un referente y un guión que no podemos perder de vista, y que ahora hay que continuar trabajando. Pero la valoración no puede ser estrictamente positiva: poca democratización de los países de la Ribera Sur del Mediterráneo, poco avance en el respeto de los derechos humanos, el terrorismo internacional golpeándonos constantemente, flujos migratorios complejos con la consecuente desmantelación del área de seguridad o las propias condiciones de vida de la gente que a grandes rasgos es similar a la que podían vivir en 1995; la diferencia entre ricos y pobres se mantiene y se manifiesta de una manera marcadísima. Así mismo, también hay poco avance en la comprensión o en la integración, hay poco acercamiento al otro y pocas ganas de entender al otro. Este es uno de los problemas que nos encontramos con la inmigración, la integración con la gente que llega a Europa también está cargada de problemas y requeriría más capacidad de comprensión.
Es cierto que hay datos objetivos que ayudan a comprender el porqué del poco avance: el fracaso del proceso de paz de Oslo a finales de los 90, o el incremento de la violencia con la segunda Intifada a partir del 2000, o el tener abierto el contencioso del Sahara Occidental, o seguir con el problema de Chipre, aunque éste parece que tiene más visos de solución. A la vista de estos datos se necesita un nuevo impulso del Proceso de Barcelona.
Ahora bien, es urgente e imprescindible que esta unión euromediterránea sea un proceso de la ciudadanía. Este proceso tiene que tener efectos directos sobre la ciudadanía, y esto es lo que realmente la hará fuerte. La ciudadanía europea por un lado debería ser activa, debería desear compartir sus logros y sus triunfos en adquisición de derechos, y a la vez receptiva también de nuevos aprendizajes, de los nuevos aprendizajes que nos pueden dar los países del sur del Mediterráneo. Por otro lado, la ciudadanía de la ribera sur debería estar dispuesta a luchar para salir de este callejón sin salida. Deben percibir esperanza, que existe solución, y que cada año pueden vivir un poquito mejor, un poco lo que decía Raimon Obiols: “la gente tiene paciencia y es tenaz en la lucha siempre y cuando ve algún avance, algún atisbo de avance y de mejora en sus vidas, porque si no lo que harán será buscar soluciones en otros contextos”. Nosotros caeríamos a sus ojos y eso no sería bueno para nadie.
En definitiva, el objetivo que tendríamos que tener todo el Mediterráneo, norte y sur, es vivir con dignidad y sin miedo, y sobre todo que no nos humillen o que no humillemos nosotros a los otros, y que podamos buscar la felicidad, lo que Baughman nombra “solidaridad de los destinos”.
En este sentido creo que ha llegado el momento, ─me permitiréis hacer alguna alusión literaria, y moverme en un campo de abstracción superior─, de dar la voz al Mediterráneo. ¿Por qué no podemos hacer que el Mediterráneo sea el verdadero y el único protagonista de una reflexión que supere los conflictos que sabemos que hoy marcan ambas orillas? Frente a esa polaridad de la que hemos estado hablando en todo momento, tendríamos que reivindicar el magnetismo del mar. Para conseguir esto, hay que empezar, sin duda, con grandes dosis de autocrítica, hay que aceptar una realidad previa: la única responsable de que la polaridad exista hoy es Europa; una Europa que a lo largo del Siglo XIX y del Siglo XX vivió una dominación económica, política y cultural sobre la ribera sur del Mediterráneo, y una Europa que afronta los procesos de descolonización como quien trata de quitarse de encima un problema de forma rápida y dando la espalda a algo que ella misma ha generado. Claro que para esto los europeos tendríamos que asumir una palabra de enorme dificultad semántica: modestia.
Dejadme que me aproxime al tema desde una perspectiva distinta. Seguramente no llegaremos a soluciones, pero quizás tengamos más elementos imaginativos para ponernos a pensar en ellas. ¿Por qué no decir, por ejemplo, que Europa tiene que afrontar ahora la tarea de transformar el Mediterráneo en una particular odisea? ¿Por qué no reivindicar para Europa el papel de un nuevo Ulises a la búsqueda de su particular Ítaca?; eso es, a la búsqueda de una identidad compartida, perdida hace varios siglos, cuando el Mediterráneo de ser un Mare Nostrum ─esta expresión tan maravillosa─ pasó a ser un costurón que rasgó una unidad milenaria, que es en la que estamos instalados. Vivimos en un costurón aislados los unos de los otros. Europa no puede renunciar a seguir creciendo, pero a seguir creciendo como un proyecto inclusivo, no exclusivo ni excluyente, un proyecto abierto a una pluralidad de identidades; estas identidades que bebe el mar Mediterráneo. Si Europa renuncia a crecer se extinguirá. Este crecer no tiene que ser desde la experiencia del Siglo XIX y XX, que es la experiencia de la dominación a la que hacía referencia, del colonialismo, sino desde una experiencia de la inclusión, de escuchar y sentir al otro desde la igualdad; no parapetándonos detrás de ninguna inconfesada superioridad civilizadora, si no desde la igualdad radical. Muchas veces el discurso de la igualdad se queda en la abstracción y el trato igualitario no les llega en absoluto.
Nadie puede poner en duda que los países de la ribera sur del Mediterráneo deben afrontar la tarea de su democratización, o que tiene que haber un correcto establecimiento de nítidas fronteras entre la ética pública y la ética privada, o que se supere la desigualdad de género, la igualdad entre hombres y mujeres. Nadie discute esto, y por tanto el proyecto de la agenda del Proceso de Barcelona es correcto. Modernizar el sur es una necesidad para el sur; es una necesidad para Europa, es una necesidad para el mundo.
Vayamos un poco más allá, reflexionemos sobre nosotros mismos y hagámoslo con modestia. El camino que debemos recorrer es de doble dirección, no sólo de nosotros hacia ellos, sino también de ellos hacia nosotros. ¿Realmente estamos en condiciones de dar lecciones? ¿Por qué no tratamos de abordar una doble pedagogía que nos incluya a nosotros también? Sé que eso también está en la Agenda del Proceso de Barcelona; sé que hay esta voluntad de reciprocidad, pero no sé si hemos sido capaces de materializarlo correctamente. Corremos el riesgo de que en la política que estamos proponiendo en algunos sentidos, o la que a veces se puede percibir, la superación de la división mediterránea se plantee desde esta aproximación que decía de sur a norte, es decir, mimetización de ellos respecto de nosotros. Quizás por haber tratado de establecer una agenda unidireccional en muchos sentidos, estamos en la situación actual. No digo con ello que no sea importante lo que aquí se apunta y hasta dónde hemos llegado, yo creo que hemos avanzado en alguna medida, sin embargo, a pesar de su importancia nadie puede discutir que hasta ahora los avances han sido insuficientes o han sido modestos. Sé, como decía antes, que no estoy proponiendo nada, sé que me estoy limitando a preguntar, pero quizá sería bueno que recuperáramos el método socrático de la duda y, sobre todo, de la crítica.
Europa, en este sentido, quiere hacer, tendría que hacer, mucha autocrítica. La autocomplacencia no es buena, y a veces caemos en ella. La prueba es que estamos reconociendo que este Proceso de Barcelona necesita un nuevo impulso después de diez años. Si lo hubiésemos hecho muy bien durante estos diez años no nos estaríamos planteando un reimpulso de este proceso. El valor que tendría esta doble pedagogía que apuntaba, de ellos hacia nosotros y de nosotros hacia ellos, es que el diseño sería un diseño realmente compartido desde la ribera norte y desde la ribera sur.
Tenemos la necesidad de que este nuevo proyecto sea un proyecto verdaderamente compartido, como decía, pensado desde los problemas que el Mediterráneo como entorno tiene por sí, no de los problemas que genera el sur del Mediterráneo a Europa. Muchas veces hacemos ese análisis: necesitamos abordar esta zona geoestratégica porque el Mediterráneo, el sur del Mediterráneo, puede generar muchos problemas a Europa. No es una buena aproximación, no es un buen planteamiento.
De vez en cuando escuchamos que nosotros también los necesitamos, sobre todo cuando hablamos de inmigración decimos: “No, está muy bien que vengan, porque hay muchos trabajos que nosotros no queremos hacer; o porque nuestra tasa de natalidad es baja y por tanto pues ya está bien que vengan”. Seguramente sería más honesto hablar de necesidad en otros términos.
Por ello querría acabar leyendo un poema de Cavafis que se titula “Esperando a los bárbaros”, y dice:

“─¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

─¿Por qué esa inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los Senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

─¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
Y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino.
En él muchos títulos y dignidades hay escritos.

─¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas,
y anillos engastados, y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros,
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

─¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros
y les fastidian la elocuencia y los discursos.

─¿Por qué reina de pronto esta inquietud
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

─¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, eran una solución.

dimarts, d’abril 05, 2005

Proposición de Ley de modificación del artículo 53 de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (Orgánica)

Quiero empezar también dando la bienvenida a los diputados autonómicos que vienen a defender el texto aprobado en la Asamblea legislativa de Cataluña. Bienvenidos, don Jaime Bosch, doña Nuria de Gispert, amigo y compañero don David Pérez.
Esta es una de las tres proposiciones de ley de Parlamento de Cataluña que propone modificar la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, la segunda que vemos en el Pleno en este periodo de sesiones. En este caso el Parlamento autonómico nos propone la modificación del artículo 53 de dicha ley, que recoge las competencias de los entes locales, pretendiendo la ampliación de estas competencias municipales en su apartado g) y atribuyendo con carácter genérico funciones de prevención y evitación de actos delictivos y los imprescindibles para el mantenimiento del orden público y la seguridad ciudadana.
Voy a fundamentar mi exposición en tres elementos básicos, sin entrar, de todos modos, al debate de fondo de la propuesta, ya que seguramente será más adecuado plantearnos las líneas generales del modelo policial que el Grupo Socialista, al que represento, defenderá en el momento en que se aborde, de manera genérica a integral, y no parcial como hoy, este tema.
Por tanto, los elementos en los que fundamentaré mi intervención serán los siguientes, y seré muy breve. En primer lugar, la desaparición de la oportunidad política de esta iniciativa legislativa autonómica. En segundo lugar, la necesidad de abordar en un debate profundo y de mayor calado, la reforma completa de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, tal y como se está planteando en estos momentos ya el Ministerio del Interior. En tercer lugar, la coincidencia sustantiva en el modelo policial que se defiende desde el Gobierno del Estado, desde el Gobierno de España y el Gobierno de Cataluña. Es obligado en este caso, y refiriéndome al primer punto, hacer referencia al contexto en el que se aprobó esta proposición de ley y compararlo con el contexto en el que nos encontramos actualmente. Hay que tener en cuenta, sobre todo, que han pasado dos años entremedio. Es más, como apuntaba el señor Pérez, esta iniciativa entra en el Parlamento de Cataluña el año 1999, por tanto, estaríamos hablando de seis años de diferencia a la hora de analizar el contenido de esta proposición de ley. Ayer el presidente del Congreso hacía alusión en una conferencia en Barcelona, que dio en Tribuna Barcelona, al tiempo parlamentario y lo difícil que es, a menudo, adaptarlo a las necesidades reales de los ciudadanos. Bien, el caso que nos ocupa esta tarde es paradigmático. Dos años después, o seis años, si hacemos referencia al momento en el que entra la iniciativa en el Parlamento de Cataluña, es complicado hacer la misma valoración, el mismo análisis o la misma aproximación al texto de la proposición de ley. En las circunstancias que se daban en el momento de aprobar esta proposición en el Parlamento de Cataluña, 5 de junio de 2003, tal y como apuntaba el señor Pérez también, hay un repliegue de Policía Nacional y de Guardia Civil, se pasa de 17.000 efectivos a 7.000 y paralelamente el despliegue de los Mossos d'Esquadra, que se tenía que ir dando, no se lleva a cabo en la misma medida, de manera que no alcanza a cubrir ni tan sólo el 30 por ciento de la población catalana, previendo la totalidad de su despliegue para el año 2011. Las circunstancias actuales son completamente distintas. Desde el punto de vista de efectivos policiales se han incrementado los agentes de la Policía Nacional, por un lado, y el despliegue de los Mossos d'Esquadra sí que se está llevando a buen puerto. Se está cubriendo ya más del 60 por ciento de la población y se prevé terminar este despliegue en Barcelona ciudad este mismo noviembre, en 2005, y en la totalidad en el 2008. También desde el punto de vista formal estamos frente a otras circunstancias, redactando un nuevo estatuto de autonomía en el que se hace una reflexión general sobre la distribución de competencias entre Estado y comunidades autónoma, y los que creemos en esta reforma, no como otras intervenciones que se han hecho en esta tribuna, no minusvaloramos este contexto, sí que creemos que es un contexto que cambia las circunstancias.
En segundo lugar, hay previsión de modificación de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, hay de hecho el compromiso, mediante el programa electoral del Partido Socialista y también el compromiso directo del presidente del Gobierno, que así lo anunció en su discurso de investidura el 15 de abril al señalar precisamente la necesidad de reforzar las competencias de las policías locales y una mayor coordinación de todas las estructuras policiales del país. Es en ese sentido, como decía, en el que el Ministerio del Interior trabaja ya en el texto de reforma de esta ley.
La proposición de ley que hoy se debate en esta Cámara responde, por tanto, a una motivación puramente política, de exigencia de encontrar soluciones para un tema al que no se le veía salida. Se valoró la urgencia de garantizar la seguridad de los ciudadanos de todas aquellas áreas donde los efectivos policiales iban desapareciendo y sin ser sustituidos por otros. En este caso se valoró que tenía que repensarse el papel de la policía local para cubrir el vacío que se estaba produciendo.
Con respecto al texto de la proposición de ley, no quiero entrar a fondo, ya lo he dicho. Apunto tan solo que jurídicamente no habría impedimento para sacar adelante esta propuesta, el artículo 104.2 de la Constitución permite llevar a cabo la modificación que se propone, ya que tan solo nos remite a la regulación de una ley orgánica sin poner más condicionamientos. Ahora bien, desde la misma oportunidad política por la que se valoró en su día a votar a favor esta proposición de ley en el Parlamento de Cataluña no podemos defender la toma en consideración de esta proposición de ley autonómica. Ha habido un cambio de circunstancias absoluto, desde el punto de vista material, debido, como decía, a las necesidades de seguridad de la ciudadanía, y también desde el punto de vista formal teniendo abierto un debate de fondo sobre la Ley Orgánica que nos ocupa. Estos cambios nos obligan a adaptarnos a ellos. La coherencia política, señor Guinart o señora Sánchez-Camacho, pasa por tener claros los objetivos a alcanzar en beneficio de la sociedad, en este caso la seguridad de la ciudadanía, y tener la capacidad de adaptarse a los cambios que nos ofrece la realidad. No se es más coherente defendiendo la misma posición siempre, sino que la coherencia pasa por saberse adaptar a las nuevas necesidades, lo otro es un simple anclaje en determinados posicionamientos, y si no pregunten a sus alcaldes qué es lo que harían en esta proposición de ley.
Ahora, como apuntaba al inicio de la intervención, lo que se hace necesario es pensar de manera global en el modelo de seguridad que el Gobierno quiere y para ello es preciso modificar la Ley Orgánica en sus. Será entonces, en la reflexión general sobre la modificación de la ley orgánica cuando hablemos del fondo. En cualquier caso parece claro que los Gobiernos de España y Cataluña comparten que hace falta modernizar y reforzar nuestro sistema de seguridad, el sistema policial español. Será vital en este sentido la cooperación en los ámbitos tanto operativos como de inteligencia de todos los cuerpos policiales, estatales, autonómicos y también municipales. Un buen ejemplo de esto es la reunión del Consejo de Política de Seguridad celebrada el pasado 28 de febrero.
Además, otra cuestión a tener en cuenta, y parece que algunos representantes de otros partidos políticos lo desconocen, es que en el ínterin se aprobó la Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de medidas de modernización del Gobierno local, que apunta precisamente la reforma en la línea propuesta. En esta norma se prevé ya la potenciación de los Cuerpos de Policía Local en el mantenimiento de la seguridad ciudadana como policía de proximidad. Todo ello, como decía, se abordará con la reforma general de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que próximamente conoceremos en el Congreso. Esa es la manera de poner orden y coherencia a cualquier regulación.

divendres, de març 04, 2005

Europa: el valor de la tenacitat

La immediatesa, la pressa permanent, la velocitat vertiginosa en què vivim s'ha estès a tots els àmbits. Ara la caducitat és la norma i la tenacitat sembla que ha deixat de ser un valor. A les escoles amb el mínim esforç n'hi ha prou per passar de curs, les notícies neixen i moren a cop de titulars incomplets, el cotxe, la rentadora o la televisió cal renovar-los sovint i fins i tot les parelles duren menys, però ja se sap, conquerir sempre ha estat més fàcil que mantenir.
Però jo volia parlar d'Europa i del sí de Catalunya i Espanya al Tractat constitucional, aquest Tractat resultat de la tenacitat d'anys, d'esforços de sumar i cedir i negociar, però sempre endavant perquè l'objectiu principal és, i ha de ser, mantenir aquesta Unió. Avui Europa és més forta que fa una setmana i optar per no mantenir-se ferm en l'avenç d'aquest procés complex és una mostra més de la llei del mínim esforç que se'ns menja. Avui, sent els primers ciutadans de la Unió que ens hem pronunciat per dir que volem més Europa, hem tingut la satisfacció d'injectar energia positiva a la resta d'Estats, a la resta de ciutadans europeus. Només cal veure la valoració que en fan els mitjans de comunicació dels països veïns per adonar-nos que el nostre Estat ha protagonitzat una de les decisions importants d'aquest nou segle. Vam arribar més tard que d'altres a aquesta Unió Europea, però ara som al capdavant en la seva construcció política. A la vegada, i més enllà d'enfortir Europa, el referèndum ha estat un èxit perquè la posició de l'Estat a Europa també s'ha vist enfortida. Com deia el president Maragall, qui no arrisca, no guanya, i el món serà dels atrevits. D'altres prefereixen continuar insistint en el fet de considerar la convocatòria del referèndum com una decisió precipitada i a la recerca d'interessos personals, i no s'adonen que el que més s'ha prioritzat justament ha estat l'interès general del país, en la mesura que se situa tot l'Estat en una millor posició. Però aquesta només és l'opinió pròpia dels que viuen submergits en la por: la por de canviar la Constitució, la por al consens per créixer amb un nou Estatut d'autonomia, la por (el pànic) que els porta a atacar l'Iraq; en definitiva, la por endèmica del que se sent insegur i combat a les palpentes aquesta inseguretat.
Sentir-se part de la història del continent des de Catalunya era el que havíem de sentir, de fet. Sempre s'ha dit que Catalunya era el motor d'Espanya; doncs bé, ara som també el motor d'Europa. No voldria escriure avui com a socialista, que ho sóc, sinó com a ciutadana europea. Un dels errors més grans que podem cometre en l'anàlisi dels resultats és l'intent de capitalitzar els vots emesos per part dels partits polítics. És veritat que els partits han estat les plataformes de la campanya, però la ratificació del text del Tractat pel qual s'estableix una Constitució per a Europa transcendeix clarament el partidisme, per això el triomf és de tots. Demostrar la maduresa democràtica i el compromís europeista del nostre país un cop més també ha estat un triomf de tots.
De tant en tant cal mirar-se les coses fugint de les visions petites, limitades, localistes, en definitiva. Hi ha moments que deixar-se de mirar el melic i deixar les lectures de consum intern és imprescindible i és el que ens permet créixer, primer com a ciutadans, com a individus, però també com a poble.
Per parlar de la dada estadística i percentual, que en tot cas és la més important tractant-se d'un referèndum en què el sí s'ha manifestat amb tanta claredat, voldria acabar referint-me a l'abstenció. Tothom hauria volgut una participació més alta, però el cert és que per primera vegada la ciutadania era cridada a votar un Tractat constitucional europeu i, per tant, establir comparacions sempre és difícil. Segons els experts en anàlisi electoral només es poden comparar els comicis de la mateixa naturalesa, és a dir, municipals, autonòmics, estatals i europeus per separat i mai entre ells, i per tant aquesta darrera convocatòria a les urnes no tindria paràmetre de comparació. En qualsevol cas, només alguna dada: la participació a Catalunya en les darreres eleccions al Parlament Europeu va ser unes dècimes més baixa; en les mateixes eleccions, als països de la Unió la participació va ser també molt baixa (Regne Unit 38,8%, Àustria 42,4% i França 42,8%), i en les darreres eleccions presidencials als EUA només el 59% dels ciutadans van exercir el dret al vot. Per últim, Suïssa, el paradigma de la democràcia participativa, que celebra referèndums de manera periòdica, mai no ha tingut una participació tan alta com el nostre 42% en cap d'aquests referèndums. Malgrat tot, per què negar-ho, hauríem volgut més participació, i si no ha estat així és clar que hem de reflexionar, hem de reflexionar tots.
La crítica en política forma part de la seva mateixa essència; superar-la, argumentar en contra de les objeccions o demostrar que no tenen fonament ens ajuda a millorar a tots. Però la crítica gratuïta, que només busca el desgast i l'enfrontament, forma part de les misèries d'aquest món. Ho sento per aquells que veien aquest referèndum com una oportunitat per desgastar el president Rodríguez Zapatero, que han obtingut just tot el contrari: l'enfortiment del govern, l'enfortiment de l'Estat dins d'Europa i l'enfortiment d'Europa al món.

dimarts, de gener 18, 2005

Sí a Europa, sí al progrés social


Parlar sobre les virtuts del text que ens ofereix el Tractat pel qual s'instaura una Constitució per a Europa no és fer retòrica. La realitat és tossuda i amb el text a la mà ens adonem que la democratització amb el catàleg de drets fonamentals, la transparència amb la simplificació dels procediments, la construcció d'una Unió més social amb el reconeixement de l'economia social de mercat i la lluita contra l'exclusió social, ens apropa també a aquesta Europa somniada, descentralitzada, plurinacional en què els ciutadans comencen a tenir més protagonisme.
La nova Constitució europea també ajudarà a la consolidació de la Unió com a actor principal a nivell internacional. És imprescindible que Europa tingui un paper més gran i més definit en el marc actual de globalització, sostingut per una base normativa sòlida que el doti de legitimitat per poder crear una política exterior i de seguretat comunes i així poder defensar la pau i la justícia. Com més Europa tinguem, més força tindran els valors pels quals s'ha lluitat des de mitjans del segle XX.
Ara farà dos anys de l'atac contra l'Iraq. Ara més que mai cal trobar més equilibri entre poders perquè al món no li convé que George W. Bush dissenyi unilateralment l'ordre mundial. Europa no ha de ser un contrapoder als Estats Units, però sí un complement, sí que ha d'erigir-se en un agent internacional actiu, de pes, amb capacitat de decisió. Montesquieu -pensador europeu, per cert- va sentenciar amb les seves tesis el poder hegemònic. En política internacional la divisió de poders també és necessària. Europa ha de fer escoltar la seva veu al món i la Constitució ho farà possible.
Les noves generacions no podem obviar la memòria històrica i és la nostra obligació tenir present el procés que ens ha portat que avui nosaltres puguem decidir si apostem o no per Europa. No una Europa com a entelèquia, sinó com un projecte polític, social i econòmic en el qual creiem, que sigui escenari de progrés indiscutible.
Per a Catalunya i per a Espanya, Europa ha estat una font de progrés indiscutible: les ajudes que ha rebut el nostre país de la UE representen, anualment, el 0,8% del PIB, han possibilitat la creació de 298.000 llocs de treball i han permès que la renda per càpita espanyola hagi pujat 18 punts en 18 anys, sense oblidar els avantatges de què molts joves han pogut gaudir, com els 170.000 estudiants espanyols que s'han beneficiat del programa d'intercanvi Erasmus.
D'altra banda, una Europa unida, tal com defensa el Tractat, és també una Europa més justa socialment i més segura: el sí a la Constitució representa dir sí als drets fonamentals dels ciutadans -igualtat entre ciutadans i ciutadanes, respecte als drets de les minories-; dir sí també significa reforçar el dret dels europeus a treballar, residir i estudiar lliurement en qualsevol país de la Unió.
Però més enllà de l'argument utilitarista, ens cal una Europa que simbolitzi una altra manera d'entendre el món, capaç d'impregnar les decisions de la comunitat internacional dels valors i dels principis propis d'una societat oberta. Aquesta és l'esperança per a molts països subdesenvolupats. No n'hi ha prou a estar satisfets de com vivim, consolant-nos dient que "la majoria viu pitjor". Hem de tenir l'ímpetu d'estendre amb solidaritat i fermesa aquest benestar. L'avorriment, l'escepticisme i la hipocresia o, en d'altres paraules, les pastilles per a l'insomni o per a la depressió són els nostres mals: combatre'ls és la nostra responsabilitat.
Molts dels que direm sí a Europa dient sí a la Constitució europea el proper 20 de febrer no volem que s'aturi un procés, el de la construcció de la Unió, que ha estat tan costós. Les regnes són a les nostres mans i dir no a Europa suposaria retrocedir fins al Tractat de Niça, paralitzar el procés de construcció europea. Però no oblidem que engrescar-nos amb Europa també és un acte de voluntat. La il·lusió, l'anhel de llibertat, l'entusiasme en la construcció de la Unió Europea és responsabilitat de tots i per això és imprescindible anar a votar el dia 20, anar a votar sí amb el cap ben alt.
I els catalans tenim, més que ningú, l'obligació de dir sí al Tractat, perquè el catalanisme i els seus compromisos tenen alçada de mires, perquè els catalans ens estimem la nostra llengua, la nostra identitat i el nostre país. Però, més enllà, ens volem sentir reconeguts en les accions polítiques que marquen el rumb mundial i per això la Unió Europea, la Unió de tota la ciutadania que compartim aquests valors, ha de ser forta i, el que és més important, ha de mostrar-se forta, cohesionada, convençuda de la seva capacitat d'influència.
Un dels arguments que esgrimeixen els euroescèptics, els partidaris del no, és el desconeixement de la Constitució que atribueixen als ciutadans: vol dir això que hem de dir no a tot el que és desconegut?, o vol dir que hem de fer l'esforç per conèixer-ho? La complexitat mai no pot ser un argument perquè tot és complex, la nostra quotidianitat és plena de decisions difícils: quina carrera universitària escollir, quan marxar de casa, on buscar feina, quin grau de compromís tenir amb la parella, lliurar-se als sentits o estimar amb racionalitat, tenir fills o no tenir-ne...
Mai els grans reptes no han estat fàcils i Europa és un repte de dimensions inimaginables. Però aquest repte és, per a Catalunya i Espanya, sinònim de progrés econòmic i social, de benestar. Europa és una garantia per a tots. I per al món l'Europa més unida és garantia que el cowboy Bush deixarà de cavalcar sol, ensenyant als més oprimits les seves mortíferes pistoles. Us convido a pensar-hi.

dissabte, de gener 15, 2005

APOSTAMOS POR EL TRATADO CONSTITUCIONAL

El próximo 20 de febrero los ciudadanos de este país tenemos el derecho a expresar nuestra opinión sobre el futuro político, social y económico de la Unión Europea. Debemos decidir en referéndum si aceptamos o no el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa.
En este sentido no me cabe duda de que esta Constitución incluye muchos avances desde el punto de vista democrático y de transparencia y que en ningún caso supone un retroceso en la integración de Europa, una construcción que va más allá de la construcción económica. El Tratado Constitucional establece unas bases sólidas para una unión política, en la que creo firmemente.
Recientemente hemos asistido a la ampliación a 25 países de la Unión Europea, uno de los mayores retos de estos momentos, por lo que para garantizar el éxito de dicha ampliación es indispensable que los Estados que previamente formábamos parte de la Unión apostemos por el nuevo marco constitucional en un clima de cohesión. Nuestra apuesta firme por esta realidad política ofrecerá confianza a los recién incorporados.
Por otra parte, la nueva Constitución europea también ayudará a la consolidación de Europa como actor principal a nivel internacional. Es imprescindible que Europa tenga un papel mayor y más definido en el marco actual de globalización, sustentado en una base normativa sólida que le dote de legitimidad para poder crear una política exterior y de seguridad comunes y así poder defender la paz y la justicia. Cuanta más Europa tengamos más fuerza tendrán también los valores por los que se ha luchado desde mediados del siglo XX.
A nivel social, el actual proyecto de Constitución europea supone también un avance significativo, ya que incorpora la Carta de Derechos Fundamentales, constitucionalizando de esta manera los derechos sociales de todos los europeos. Así mismo la nueva Constitución reconoce por primera vez el derecho a la plena ocupación y a la economía social de mercado.
Los europeos tenemos ahora la oportunidad de profundizar y avanzar en la construcción de Europa, y es nuestra responsabilidad seguir adelante en este proceso. Las nuevas generaciones que nos hemos ido incorporando en el proceso de decisión no podemos obviar la memoria histórica y es nuestra obligación tener presente el proceso que nos ha llevado a que hoy nosotros podamos decidir si apostamos o no por Europa.
Es cierto que el Tratado constitucional no es del todo satisfactorio y que aún queda trabajo por hacer, pero también es cierto que nuestra vocación europeísta no se puede ver frenada por determinadas insuficiencias en el texto constitucional. Nunca los grandes retos han sido fáciles.
La Constitución europea no es un punto de llegada por lo que nuestra responsabilidad es la de apostar por este paso adelante, con espíritu crítico pero también con ilusión.

Publicado en la Revista del Consejo General de la Abogacía